martes, 11 de julio de 2017

Memoria de una cita inconclusa

Perspectivas de una cita inconclusa
Por: Virginia Moya Moya
Memoria de una cita inconclusa posee la capacidad de transformarse en una vertiente de recuerdos para cada hombre que quiera evocar el sur, para cada mujer que quiera identificarse con el complicado devenir de la vida, para cada lector que quiera empaparse de la magia de una letra sugerente, de una letra organizada con el alma de los espíritus que configuran el sur de Chile.
Memoria de una cita inconclusa debe ser editado por su innegable calidad literaria, estructural y semánticamente hablando, es una fuente de acercamiento a la enmarañada identidad femenina, a la complejidad de las relaciones de pareja, además de ser una detallada caracterización de las familias de aparente machismo, que en el seno de cada hogar se entregan al reinado matriarcal.
Analizada desde una perspectiva hermenéutica se observa, a lo largo de la trilogía considerada dentro de esta memoria, una visión del territorio que se desprende de la lectura de estas páginas, se observan descripciones físicas y emocionales que configuran los rasgos definitorios del sur de Chile, que influyen en la organización, formación y crecimiento de las identidades de cada habitante de esta región. De acuerdo a lo anterior, se recomienda la lectura de esta trilogía no sólo para aquellos que pretendan acercarse a la identidad territorial de los habitantes- principalmente femenina- del sur de Chile, sino también para aquellos que quieran reconocerse en estas páginas, en estas atractivas descripciones que nos trasladan por medio de la lectura a los múltiples espacios que configuran nuestro sur.
Estructuralmente hablando nos encontramos ante una gran exposición de formas literarias que se mezclan para darle perfecta estructura a cada pieza de esta obra. Desde la fluida prosa de Mis primeros años podemos observar que la forma de narrar, la forma de dividir cada etapa de la vida de la protagonista a través de imágenes, configuran no sólo la historia, sino que el proceso de lectura, se le otorga tal naturalidad a la redacción y exposición de acontecimientos que es imposible no dejar de leer hasta conocer el desenlace y las reflexiones finales. Una bruja emplumada en el tzolkin, con su relato in extrema res, nos conduce a través de la narración a buscar quién es el personaje inicial, a buscar la razón por la que la vemos situada en una internación hospitalaria y en un estado anímico de tales características; la superposición de tiempos y espacios, la utilización del montaje para dar cuenta de la interacción del personaje con su “Príncipe”, configuran la narración de tal forma que le dan continuidad y orden lógico al relato, invitándonos a reorganizar sus piezas y las historias de cada personaje. Por último, Conjuros se organiza a partir de diversas voces narrativas que nos entregan una perspectiva diferente para conocer el aura femenina que no sólo ha experimentado la dicha de ser mujer, sino también las trabas que esto acarrea.
Dentro de una visión de género, de la construcción de la identidad femenina, presente en esta Memoria, podemos observar su relevancia en el tema de la resignificación de la categoría de mujer que se ha puesto en énfasis en los estudios de género de los últimos años.  Tal como menciona Sonia Montecino en uno de sus estudios sobre género, la identidad femenina estará configurada no tan sólo como una “subordinada” al patriarcado, sino que la relación entre hombre y mujer “podrá ser de igualdad, complementariedad o desigualdad, según sean las jerarquías sociales, la participación económica y las simbolizaciones emergidas de cada grupo[1]”. La perspectiva que se nos presenta está imbricada dentro de los límites territoriales del sur del país, dentro de estas instituciones familiares de tradiciones machistas que limitan la vida y el desarrollo de la mujer como individuo libre y responsable de sus propias decisiones. Es posible, entonces, configurar una identidad femenina a lo largo del texto como resultado de las características instituciones tradicionales del territorio sureño, que en este caso sí subordinan a la mujer al sometimiento de las reglas patriarcales fuera del hogar, pues dentro de él existe un matriarcado de orden interno (dentro de los límites de la casa familiar). De esta manera, adquiere relevancia la lectura crítica de las páginas de esta trilogía pues el concepto de lo femenino, como identidad, está siendo revalorizado culturalmente en nuevos contextos de análisis.
Ahora, en palabras de la célebre Simone de Beauvoir, las mujeres somos una clase diferenciada, sometida porque
“No siempre ha habido proletarios, pero siempre ha habido mujeres; éstas lo son por su estructura fisiológica; por lejano que sea el tiempo al cual nos remontamos, han estado siempre subordinadas al hombre: su dependencia no es consecuencia de un acontecimiento, o de un devenir, no es algo que ha llegado […] Una situación que se ha creado a través del tiempo puede deshacerse en un tiempo posterior.”[2]
Es así, como esta Memoria de una cita inconclusa es una poderosa herramienta de denuncia, de apertura y acercamiento a la realidad femenina que se transforma en arma de cambio, de metamorfosis a una nueva perspectiva de género.




[1] Montecino, S. De la mujer al género: implicancias académicas y teóricas. Extraído de http://www.archivochile.cl/Mov_sociales/mov_mujeres/doc_gen_cl/MSdocgencl0013.pdf
[2] Beauvoir, S. El segundo sexo. Los hechos y los mitos. Editorial Siglo Veinte, Buenos Aires 1972.  

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